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Sábado 02 de julio de 2016. julián en la xv marcha del orgullo. 

LOS INFANTES CURIOSOS

Publicado: 2016-07-03

¿Ya ganó PPK papá?; ¿Keiko es una villana no papá?; ¿qué es terrorismo papá?; ¿Verónika Mendoza no es terrorista, no papá?; ¿qué es homofobia papá?; ¿qué es transexual papá?;¿por qué ese chico es más blanco que yo papá?; ¿por qué Amy Winehouse se murió tan joven papá?; ¿cuándo te vas a morir tú papá?

Leandro tiene 9 años y Julián está a punto de cumplir 6. Ambos van y regresan del colegio en una movilidad particular junto a otros niños, inquietos, preguntones, y a veces lacrosos, como ellos. Un día, previo a la primera vuelta, me contaron que estaban sorprendidos e indignados porque la mayoría de sus compañeros de viaje, salvo sus primos Antonia y Vicente, iban a “votar” por Keiko y encima de todo, algunos minifujis sostenían tenazmente que Verónika Mendoza era una terrorista. Ese día tuvimos una larga sobremesa en la cual tuvieron que escuchar, una vez más, un concentrado de la historia de la pandilla Fujimori. De cuando en cuando Leandro le pide a su mamá que le cuente las “historias de corrupción de los Fujimori” En casa, ambos saben perfectamente que Keiko es la líder de una mafia organizada que quiere tomar el poder y que debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para evitarlo.

La segunda vuelta despertó la ansiedad de ambos tanto como la mía. Vimos juntos el boca de urna y durante días preguntaban, una y otra vez, si ya había ganado PPK. No son fanáticos del cuy como yo (del picante de cuy no del PPKuy) pero sabían perfectamente que tener a Keiko de presidenta era lo peor que nos podía pasar. Y la detestaban tanto como yo. Una amiga que los escuchó hablar un día me dijo, en tono correctivo, “a los niños no hay que hablarles de política” Yo creo que sí y que hay que hablarles mucho. Les interesa, créanme, y si no, debe interesarles. Conocer lo que ha pasado en los últimos cuarenta años en el Perú es clave para que ellos decidan hacer algo y no sentarse pasivamente a esperar cada cinco años, con la ansiedad del caso, un boca de urna salvador. No deberían timbear con su futuro; deberían intentar transformarlo. 

Y lo mismo vale para todos esos temas que evitamos hablar con los niños porque son niños y porque solamente “entienden” que Nemo y Dory se perdieron, y que la ardilla de “La Era del Hielo” es más salada que Lourdes Flores. ¿Cuál es el límite entre lo que debemos hablar con ellos y lo que no?; ¿qué deben saber los niños y qué debe permanecer en el terreno del hueveo barato para evitar “traumarlos” antes de tiempo? 

Leandro y Julián saben que Papa Noel no existe y, por ahora, creen que Dios tampoco. Ambos no fueron bautizados provocando la histeria familiar y Leandro es uno de los que no hará la primera comunión con sus compañeritos de colegio este año. Una iglesia les llama la atención tanto como un supermercado y la única vez que estuvimos dentro de una, en una ceremonia, los tuve que sacar fuera por que creyeron que estaban en Wong y se agarraron a coñazos, como siempre que se aburren. 

Así es con los velorios también. La muerte los intriga y Julián no para de preguntarme cuando me voy a morir. Este año la conoció de cerca pues su profesor del taller de música murió de un infarto. Tuvimos que darle la noticia ante el silencio del colegio. Lloró desconsoladamente durante quince minutos diciendo que “le dolía el corazón”. Al día siguiente tomó la palabra a pedido de su profesora y le dijo a todo el salón, con aplomo, que “a Francisco le había fallado el corazón y que estaba muerto”. Nunca se pudieron despedir de él y la comunicación oficial que recibimos no era sobre la muerte de Francisco sino unas disculpas escuetas por que no iba a haber taller “debido al deceso del facilitador”.

Hablar de racismo con ellos también es complicado pero es imposible no hacerlo en esta sociedad donde existen nanas 24x24, empleadas cama adentro y donde el color de la piel es una variable “importantísima” en tu vida. Calatos en un vestuario este verano, Julián me señaló a un niño rubio, calato también, y me lanzó un petardo: “¿por qué ese niño es más blanco que yo papá?” Me hice bolas, en pelotas, y le di una explicación que pudo haberle provocado más preguntas que respuestas. Debo confesar que no tengo respuestas claras para esto y que tengo miedo que el desprecio por el otro, solo porque tiene menos o porque sea tan o más oscuro que ellos, cale en su todavía frágil inconsciente. Creo que es inevitable. Tengo que pensar en algo rápidamente pues las preguntas están haciendo cola y ya es larga.

Ayer fuimos los tres a la Marcha del Orgullo con dos amigas. Llegamos temprano y nos dimos unas vueltas por la avenida de la Peruanidad, empapándonos de todo hasta que arrancamos a marchar a eso de las 4 y 20 p.m. Entre la caminata, las fotos y la buena vibra que se sentía el estar ahí, presentes, también estaba lo otro. Un policía me miró horrorizado; imagino que no comprendía porqué estaban los chicos ahí. Un taxista me hizo un gesto como diciendo “¡huevón, qué chucha estás haciendo con tus hijos!”. Nos cruzamos con un pata que perdió a su esposa durante horas y que le dijo, apenas la encontró “¡puta madre, justo hoy es la marcha de los cabros!”  

Eso simboliza la foto que ilustra este artículo. El avance incontenible del amor sin etiquetas; de la energía de miles que luchan y lucharán por sus derechos y de otros tantos que apoyan esa lucha; de lo que los niños todavía “no entienden” o “no deben de entender”. Pero también está la energía contraria. Entre Julián y ese mar de gente, está la represión. No solo reprimen y deforman la Iglesia, el pudor, el machismo y el racismo.

Con la excusa de que “todavía están muy chicos para entender” también nuestro silencio puede ser cómplice.


Escrito por

Hugo Martínez Garay

Escribo todo lo que puedo, trabajo en Copiloto y dicto en la facultad de Psicología de la UPC. Papá de Leandro y Julián a tiempo completo.


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Hugo Martínez Garay

Escribo todo lo que puedo, trabajo en Copiloto y dicto en la facultad de Psicología de la UPC. Papá de Leandro y Julián a tiempo completo.